El artista Chávez Morado pintó algunos murales en la Alhóndiga, y una de ellos, de gran fuerza dramática, muestra a la patria llorando en duelo la muerte de su hijo luchador.
Una sala más contiene una colección de máscaras, entre las que hay, por supuesto, cráneos.
En una de las salas de la Alhóndiga, se examina la cultura prehispánica de Chupícuaro, la cual tenía especiales particularidades en sus entierros y su culto a la muerte, a través de rituales y costumbres funerarias. Se enterraban boca arriba o hacia abajo, con ofrendas variadas relacionadas a su edad, sexo, ocupación y posición social. También se han hallado en dichas tumbas esqueletos de perros que probablemente eran sacrificados para acompañar al difunto a su otra vida. Aquí se hace un interesante estudio de las diferentes posiciones en que solían enterrar asus muertos.